Hace ya unos años murió mi madre. Ya hacia tiempo que por su enfermedad podía pasar en cualquier momento, aunque estando más o menos bien, no se sabia cuando seria. Al final estalló la arteria que se sabia la llevaría a la muerte y murió en pocos minutos. Era una muerte esperada, así que ya sabes que va a ocurrir, pero que no tenia fecha, así que fue cuando fue.

Yo en ese momento estaba viviendo casi a 300Km y me llamó mi padre para decírmelo. Como ya he comentado, era algo esperado, pero no por eso es menos sorpresa.
Inmediatamente cogí las cosas y empecé el viaje. Yo empecé un viaje como el que había hecho muchas otras veces, pero este viaje además fue un viaje a mi mismo, de una manera que nunca hubiera imaginado.
Los primeros 30 Km por una carretera estrecha y de montaña, fui conduciendo y llorando a la vez. Menos mal que el Land Rover ya se conocía el camino y casi se guiaba solo porque si no....
Pero a medida que llegaba al valle, donde se ensancha el horizonte y se puede ver una amplitud inmensa de tierra verde y mar, empezaron a pasar cosas.

Lo primero fue el pensamiento de que llegaría allí y que mi padre y mi hermano, que no creen en la vida después de la vida,  estarían muy mal por la pérdida, pues precisamente a causa de esa creencia  la muerte es más devastadora para ellos. Fui pensando en cómo podía ayudarlos  a estar mejor y a afrontar su dolor. No tenía ni idea de como hacerlo. Ese pensamiento poco a poco me fue absorbiendo. No tanto como un pensamiento aislado en la mente, si no que fue transformando mi estado interno respecto a ello.
Poco a poco fui saliendo de ese estado de tristeza y dolor en que yo mismo me encontraba. Primero empecé a sentirme en paz y tranquilo y después, poco a poco, fui sintiendo un estado cada vez más intenso y completo de bienestar, de felicidad plena. Llego un momento en que sentía una alegría, una plenitud  y felicidad interna como no había sentido en la vida. Era algo inmenso, que me llenaba y me volvía uno con todo, con el Land Rover, con el paisaje que me rodeaba.
En algún momento pensé que me estaba volviendo loco. Aunque era consciente de que para mi madre la muerte por su enfermedad era una liberación, ¿cómo podía estar así de feliz al morir mi madre? También me sentía culpable, mal hijo, etc... por esos sentimientos, pero esos pensamientos eran solo pequeños flashes y volvía cada vez a ese estado de bienaventuranza total.
De los 250 km que hice en ese estado, es decir unas 3 horas, casi no recuerdo nada, sólo felicidad y plenitud.

Cuando llegué a la funeraria, tal y como imaginaba encontré a mi padre y a mi hermano destrozados. También estaba mi abuela (la madre de mi madre), además de otros familiares también muy afectados. Yo seguía en “bienaventuranza”. No hice nada especial, solo SER “bienaventuranza” y en 10 minutos de reloj, a todos les cambió la cara. De cara de tristeza y dolor intenso, se sentían todos felices y alegres. Tanto que incluso se empezaron a explicar chistes.

Yo mismo fui el primero en sorprenderme del cambio tan radical. Era consciente de que venía en un estado especial, pero no había hecho nada, simplemente estaba allí consciente de mi sentimiento y ellos cambiaron de una forma espectacular. Ese estado en mí duró aún horas. Y aunque más tarde aminoró y ya no era tan fuerte, incluso 2 días después, durante el entierro, mantenía una serenidad y una paz interior muy grandes.

Para mí toda la experiencia fue muy sorprendente. Repetidamente me venía el pensamiento de ser mal hijo, la pregunta de que cómo podía ser tan feliz el día de la muerte de  mi madre, que si tal que si cual... Durante meses fue un pensamiento recurrente, aunque también anhelaba volver a ese estado, pero no tenia ni idea de como hacerlo.

Pasado unos seis meses fui a una conferencia en Barcelona del Doctor Carvajal acompañado del Doctor Moriano,  los creadores de la sintergética. La conferencia fue interesante, pero me quedé impactado cuando explicó una experiencia muy parecida que vivió al morir su madre. Un proceso muy parecido: Noticia, dolor, pensar en los demás, estado interno de felicidad absoluta y sentimiento de culpabilidad por vivir aquellos sentimientos en un momento así.
Eso me hizo pensar que quizás no estaba tan loco si a otra gente también le pasaba. Y aquí quedo la cosa de nuevo. Al menos ya no había sentimiento de culpabilidad y sobre todo de no estar loco.

Pasados unos seis meses más murió mi abuela (la madre de mi madre), otra vez el mismo viaje aunque 100Km más corto. Otra vez dolor, pensar en los demás y esta vez mucho más rápido felicidad. Llegar allí y transformar el mal estado emocional de los presentes en bienestar. Esta vez  ya no me pillo por sorpresa y como observador de las cosas que me gusta hacer,  fui entendiendo muchísimo del proceso.

Normalmente vivimos atrapados por las creencias y pensamientos y estamos identificados con ellos, y creemos que somos esos pensamientos. Cuando por alguna circunstancia fuerte, como puede ser una muerte muy cercana, todo a nuestro alrededor se rompe, no queda nada. Sólo queda lo que realmente somos y lo que somos es AMOR, es bienaventuranza, es felicidad. Y cuando SOMOS AMOR, eso es lo que irradiamos a nuestro alrededor. Y de igual manera que en un campo de fútbol se contagian las emociones y unos arrastran a otros emocionalmente, una sola persona en ese estado de AMOR, puede transformar y elevar las emociones de todos los presentes por resonancia y simpatía energética por poco que ellos se abran.

Con esta segunda experiencia entendí que a ese estado no se llega haciendo algo. Se llega colocándose en un estado interno donde el AMOR puede fluir. No es un HACER. Es un ESTAR. Es estar siendo AMOR, es un abrirse a que el AMOR pase a través nuestro.

Después de estas vivencias, no digo que puedo estar en ese estado cuando quiero, pero me es mucho más fácil. Y desde entonces, muchas veces conscientemente  me he puesto en este estado, y ambientes colectivos enrarecidos han cambiado de “energía” a mucho mejor, solo ESTANDO en AMOR. Sin hacer otra cosa que Ser, sin intentar cambiar nada ni a nadie, el cambio simplemente ocurre SIENDO AMOR. Es una experiencia que además he podido compartir y realizar con un pequeño grupo de personas y es espectacular el cambio que se produce en un grupo grande, sólo habiéndome puesto de acuerdo con muy pocas personas para vivenciar ese estado de forma consciente.

Comparto esta experiencia fundamentalmente porque puede ser útil a personas que hayan vivido una experiencia parecida y, sobre todo, por que es un ejemplo de lo que podemos hacer si somos AMOR.

Un pequeño grupo de personas conectadas al AMOR puede transformar una sociedad entera por resonancia. No hablo de manipular, no hablo de “enviar energía”, pues eso siempre suele ser manipulación, ya que intentamos que el otro “haga” lo que pensamos que tiene que hacer o que se sienta como queremos que se sienta. Hablo de aumentar nuestra vibración y dejar que los otros por resonancia puedan aumentar la suya y desde lo mejor de sí mismos hacer lo que sientan que es mejor.

En estas cosas de gestionar energía es vital respetar el libre albedrío de los demás. Nosotros mostramos una vibración, y los demás si quieren eligen seguirla o no. Y desde esa vibración más elevada toman sus mejores decisiones, coincidan o no con nuestra opinión.
Todo lo demás que consista en enviar energía al otro “para” algo es manipulación, pues le estamos “presionando” energéticamente para que haga o sienta algo que no es suyo, que es nuestro. Es magia negra, lo siento.

 

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Autor: Josep Vergés  Fecha: 20/3/2016

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