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Mujer meditando

Introducción

Cuando hacemos algo que sube nuestra frecuencia de vibración o sube nuestro nivel de energía, siempre se activan una serie de cosas que nos frenan. Voy a tratar de explicar un poco cómo funciona.

Respecto al nivel de vibración, normalmente nos movemos en un rango de frecuencia limitado, que es el nuestro “de confort”, en el que hemos alcanzado un equilibrio interno al que nos hemos acostumbrado y nos parece “normal” y “todo está calmado”.

Cuando alguna experiencia nos sube la vibración, es como cuando con el coche que siempre circulamos a 80 Km/h, apretamos el acelerador y vamos a 100 ó 120 Km/h, empezamos a notar ruidos y vibraciones que normalmente no están. No es que el coche se estropee al aumentar la velocidad, es que esa rueda desequilibrada a 80 no se notaba y a 100-120 Km/h sí. O ese ruido no era lo suficiente fuerte para escucharlo y a más velocidad sí.

Bascula equilibrada

¿Cuál es la solución, quedarnos a 80 o llevar el coche al taller?

Si nos empeñamos en seguir a 80, pues no hacemos nada (aunque ese ruido que a 80 no escuchamos puede estar dañando algo de forma irreversible).
Si queremos poder disfrutar de la velocidad, llevamos el coche al taller, y después, podremos seguir si queremos a 80 Km/h, pero si por el motivo que sea subimos a 120 Km/h, el coche responderá igual perfectamente y también podremos disfrutar sin problemas de esa experiencia seguramente más “potente”, “enriquecedora” y que nos da más plenitud de Vida.

Bàscula desequilibrada

Respecto a la cantidad de energía pasa lo mismo. Siempre estamos consumiendo el 100% de la energía que producimos, si no “nos quemaríamos” por “recalentamiento”. Hemos aprendido a mantenernos en un nivel de generación-recepción de energía y un nivel de consumo-entrega de esa energía. Eso hace que normalmente tengamos unos “conductos” a la medida de ese nivel de energía.

Esos conductos puede que sean de la medida adecuada a ese nivel habitual. Pero muchas veces esos conductos son mayores y permitirían un flujo mayor, pero hay “atascos”, “incrustaciones” que reducen la capacidad, como cuando tenemos el desagüe del fregadero medio atascado y el agua se va poco a poco. Muchas veces esas “incrustaciones” son “cápsulas energéticas, ver artículo (Ver artículo: Karma, energía y Continuidad de Consciencia)
Si subes mucho el caudal pueden ocurrir dos cosas: que se “desprenden las incrustaciones” y pasan a circular por el sistema, creando problemas en otros sitios, o bien que las “tuberías silban” porque les cuesta admitir ese flujo mayor.

Aquí estamos en lo mismo que con la vibración. Podemos optar por salir corriendo de todo lo que nos sube el nivel de energía y quedarnos atascados el resto de nuestra vida temblando de miedo que no se mueva nada.
O podemos afrontar el problema y resolverlo, de manera que podamos disfrutar de experiencias con más energía sin problemas. Lo que nos llevará a una vida más plena y con sentido.

Con respecto a la energía es necesario discriminar entre energía propia y la que tomamos del exterior. De esta última hay que distinguir entre la que cogemos de otros y la que cogemos del Universo. La explicación de los “conductos” es válida en los tres casos.
La “nuestra” sería la fisiológica y la del “alma de la que somos expresión”. Nos sirve a nosotros, y si usamos demasiada de la física, luego estamos agotados hasta que nos recuperamos descansando, comiendo, etc. Del Alma nunca hay consumo de más, pero sí tenemos unos “conductos” que permiten solo una cantidad limitada, muchas veces casi del todo limitada (del todo nunca porque eso es la muerte).
La energía de otros es la que “chupamos” de distintas maneras. Puede que los otros nos la estén dando voluntariamente de forma consciente o bien inconsciente (en la mayoría de los casos), o según quien descaradamente “chupándola como un vampiro”. Hay una explicación genial de este tema de dar y recibir energía en el libro y la película “Las Nueve Revelaciones” de James Redfield, y también en el libro “Manos que Curan”, de Barbara Anne Brennan.
Luego está la energía que tomamos del Universo. De hecho, siempre estamos tomando un poco, pues “Somos ese Universo”, pero por “conductos muy pequeños”. Sin embargo, cuando hacemos sanación espiritual o alguna otra cosa, estando plenamente en lo que hacemos en ese momento de forma genuina y desde “lo que Somos”, entonces la energía del Universo disponible es infinita. El único límite es la capacidad de nuestros conductos. En cambio, cuando usamos nuestra energía personal para este tipo de cosas, después nos sentimos agotados.
Nuestra energía física sería la “generación”, la de otros o la del Universo sería la “recepción”. Por otro lado, el “consumo” sería la que consumimos nosotros y la “entrega” la que entregamos a otros o a un proyecto, por ejemplo.
El balance siempre tiene que ser equilibrado de valor medio, aunque son aceptables pequeños desequilibrios en pequeños plazos de tiempo. Si ese desequilibrio continúa, nos agotamos y debilitamos (incluso podemos morir) o literalmente “explotamos” por dentro, este sería el caso en la mayoría de tumores.

Hay muchas combinaciones posibles. A modo de ejemplo:

  • La “generación” y “autoconsumo” fisiológico es lo normal.
  • La “recepción” y “entrega” a sanación o proyecto desde el corazón y el SER, nos “mejora” y hace muy “potentes”, capaces de gestionar energías fuertes, pues somos canales de Energía Universal. Los conductos crecen y podemos aumentar la dosis poco a poco.
  • La “entrega” en sanación o proyecto de nuestra propia “generación” nos agota.
  • Cuando “Succionamos” la energía de los demás para nuestro propio “consumo” o planes, agotamos a los otros y eso nos convierte en parásitos.

Aunque para que se entienda mejor he explicado por separado la frecuencia y la energía, siempre están relacionadas y lo que voy a compartir apunta a que ambos aspectos suelen ser inseparables. Por lo tanto, las causas de estos problemas y el cómo resolverlos suelen ser lo mismo, aunque sí a veces pueda haber pequeños matices diferentes.

¿Qué pasa cuando subimos la vibración y energía?

El quid de la cuestión, es qué ocurre cuando hacemos cualquier cosa con la que nos sube la energía y la vibración. Ocurre algo tan sencillo como que todas las partes y aspectos nuestros que se ven desestabilizados al salir del rango habitual de frecuencias y energías, a su manera, “se quejan”.
Pero “el alma de la que somos expresión” tiene su “plan de Vida” y si no lo seguimos, cada vez apretará más fuerte para que lo sigamos. Nos traerá más y más experiencias que nos contrasten cómo vivimos a cómo podríamos vivir. Que nos muevan a otro nivel, y eso disparará otra vez “la queja”.

El cuerpo se quejará en forma de dolores, picores, sensaciones físicas, recrudecimiento de enfermedades. Además, eso puede meternos en un círculo vicioso de enfermedad. Como estamos enfermos, nos da miedo soltar el freno y elevarnos, pero como no soltamos el freno, enfermamos más o seguimos enfermos.

La parte emocional lo hará manifestando nuestros miedos, enfados, etc. especialmente aquellos que negamos o no vemos de forma normal porque hemos aprendido a “taparlos”. Eso también nos agota y puede llevarnos a crisis nerviosas o depresiones.

La parte mental se pondrá a toda máquina, típicamente sacando las líneas de pensamiento habituales más molestas o que nos ponen peor, y que normalmente intentamos parar, sin conseguirlo del todo. Eso gasta también cantidades ingentes de energía y nos agota, a veces, sin hacer nada externo siquiera.

Este tipo de reacciones del propio sistema, muchas veces nos lleva a pensar que esa “experiencia” ha sido negativa. O, aunque, por otra parte, la consideramos positiva o muy positiva, nos da miedo volver a ella, por si se vuelve a “descontrolar” el sistema.
El resultado suele ser que en el futuro de alguna manera “bloquearemos ese camino”, de forma consciente a veces, pero la mayoría de las veces de forma inconsciente. Entonces, cuando estamos en otra situación que nos podría llevar otra vez a esa experiencia, o bien evitamos directamente la situación, o bien ponemos mil frenos y barreras, para que el “sistema no se desestabilice”. El resultado es que esa posibilidad de “elevación de consciencia”, que es en definitiva un aumento de vibración y energía, la bloqueamos y saboteamos.
Con eso fácilmente, al menos en algunos aspectos, podemos acabar en un círculo vicioso, de hacer algo que nos sube, eso nos hace sentir bien, pero se activa lo otro, nos sentimos mal y volvemos a bajar. Pero como añoramos ese punto mejor, volvemos, pero nos volvemos a incomodar y volvemos a bajar, y así sucesivamente. En el tema pareja es quizás donde este sube y baja se hace más visible.

Es como si en lugar de quitar el freno de mano apretáramos el acelerador. Al final quemamos el freno, el motor y nos quedamos sin gasolina antes de hora.

¿Pero qué es todo eso que sale?

Literalmente podemos decir que es “basura”. Son cosas que con el tiempo hemos ido “acumulando” por diferentes motivos.

En el caso de lo físico suelen ser somatizaciones de cosas que ocurren en nuestro cuerpo emocional o mental. Como no podemos gestionarlo correctamente, lo “pasamos al cuerpo” y este lo “encapsula” y guarda en algún sitio. En lo cotidiano ya se manifiesta como malestares, dolores, picores, etc. pero intentamos no hacer caso o directamente tomamos algo para no sentir eso.

En lo emocional, son nuestros estados emocionales y sentimientos habituales negativos. Como “no nos gustan” intentamos esconderlos. Pero todo lo negado pide ser sacado a la luz. Cuanto más lo neguemos, con más fuerza saldrá en etros momentos, en forma de miedos, de enfados, etc.

En el caso de lo mental, las líneas de pensamiento circulares y repetitivas que nos hacen estar mal, y que normalmente, aunque estén, las tenemos más o menos “bajo control”, se vuelven “locas” y se “descontrolan”.

Además, los “constructos mentales” de esta y otras vidas, también entran en juego, y “chocamos” con esos propios límites de nuestra propia prisión mental. (Ver artículo: Karma y creaciones mentales)

Todo eso queda ahí tapado y no lo notamos o no lo notamos mucho. Cuando tenemos una subida, todo eso aparece de nuevo. Es imposible subir de vibración o de energía de forma estable sin limpiar todo lo que lo impide. Por eso sale cada vez que subimos. Cuando se limpia, primero se hace polvo al barrer, pero al terminar la limpieza todo está mejor.
En los tres casos (físico, emocional y mental), eso consume la energía “de más” que en ese momento hemos tenido, y parece que volvemos a estar igual que antes, pues nos vuelve a bajar todo.

Antiguamente, se achacaba todo esto a que estábamos “pecando” y “dios nos castigaba” por hacer cosas que nos habían dicho que no debíamos hacer. No se podía disfrutar, no se podía tener sexualidad, no se podía estar bien con uno mismo, etc.

Ahora la explicación típica “New Age” es que es el Karma. Como si alguien estuviera alerta y a la que “mejoramos” un poco “nos pasan factura” de “no sé qué que hicimos mal en no sé qué vida”. En realidad, ese famoso “Karma” básicamente no es más que toda la “mierda” que hemos acumulado en nosotros mismos, durante esta o en otras vidas. Hasta que no limpiemos y transmutemos eso, no tendremos la opción de estabilizarnos en un punto superior. (Ver artículo: Karma y creaciones mentales)

Ejemplos:

Para que se pueda entender mejor lo que explico, pondré algunos ejemplos de manera que quizás con alguno de ellos nos podamos sentir identificados.

Meditar:

Mujer meditando

Un día decidimos que vamos a meditar. Da igual el motivo y en general la técnica que usemos de las muchas populares, mientras sea de “estar quieto” para lo que quiero explicar.

Nos sentamos y en teoría deberíamos ir hacia adentro y tal.
Pero lo que suele ocurrir es que “nos duele la rodilla”, “nos pica el empeine del pie”, “las cervicales se quejan”, y mil otras cositas que parece que se ponen de acuerdo para sabotear la meditación. Cada uno tiene su “repertorio” habitual, que según el día cambia un poco, pero más o menos se repite. Y nos pasamos media meditación intentando “desconectar” todo eso que surge.

Cuando la fase física ha pasado un poco (si es que pasa), o a veces ya simultáneamente, suelen venirnos emociones y sentimientos. Habitualmente, aquellos que menos nos gustan. Cada uno tiene también su repertorio, dependiendo de los días, pero son bastante repetitivos también. Además, es muy común el sentimiento de frustración al no poder “meditar bien”, por todo esto que aquí estamos explicando.

Y también simultáneamente suelen dispararse muchas líneas de pensamiento, muchas veces las que consideramos más “patéticas”. Todo eso además cuando lo que se supone es que tenemos que “aquietar la mente”. Eso suele generar una frustración adicional.

Total, que queríamos estar “mejor”, sentirnos más “espirituales”, hacer un trabajo de interiorización, y acabamos peleándonos con nosotros mismos. Vaya, concluimos que “somos un desastre”.

Pareja:

Pareja

Un día encontramos a una persona que nos atrae, que sentimos que vale la pena pasar tiempo con ella, que nos sentimos mejor a su lado, que sentimos que nos potencia. (En el ejemplo no me refiero al caso de relaciones ya de entrada superneuróticas, que las hay, me refiero a las interesantes).

Al principio todo va bien, porque las hormonas se encargan de que todo sea “maravilloso”. Eso nos sube la vibración y la energía, claro.
Pero un día que, por lo que sea, las hormonas están más tranquilas y de repente esa vibración y energía mayor se nos hace “evidente”, se activa todo el arsenal de “picores”, dolores físicos y emocionales, pensamientos cutres, etc.

Por ejemplo, de repente en lo físico el hombre tiene dificultades para la erección. O la mujer para “mojarse”, o incluso siente “picores” o dolores vaginales. O hay nerviosismo, o inquietud.

O en lo emocional, al no estar en la cresta de la ola el otro, uno empieza a pensar que el otro ya no le quiere como antes. O el repertorio que cada uno tenga en función de las carencias de la infancia o de otras vidas. “Mamá (o papá) ya no me quiere”, “tengo que ser bueno para que me quiera”, o las mil y una respuestas que podamos dar a lo que ocurre realmente en ese momento, con emociones y sentimientos no resueltos, pendientes de la infancia. Todo eso desde el inconsciente, claro, pero la respuesta afecta al otro.
Y en lo mental, lo mismo. Se activan líneas de pensamiento en que empezamos a cuestionar al otro: la relación propia, las relaciones de pareja en general, a pensar qué solos estamos mejor, en fin, un montón de pensamientos que empiezan a socavar la pareja.
Y entonces, al pasar todo esto, ya se entra en la dinámica de “ya me he vuelto a equivocar”, “este – esta es igual que todos-as”, “los-las son unos-unas…”, “mejor vuelvo a estar sola”, “me siento atrapado”, etc.
Proyecto:

Aquí me refiero más a proyectos personales. Cosas que a uno le gustaría hacer, pero lleva tiempo su realización. Por ejemplo, aprender a tocar un instrumento, o escribir un libro, o mejorar un aspecto interno de uno mismo, o un viaje largo, etc. No me refiero a cosas grupales porque, aunque también ocurre, la dinámica es distinta, pues el hecho de estar en grupo también compensa, los otros nos animan y no es tan evidente.

Tomemos por ejemplo escribir un libro. Aquí no importa si el libro será bueno o no, para lo que explico no es relevante.
Tienes una idea, ves que tiene sentido, tomas unas notas y vas empezando. Los primeros días tienes muchas ganas y vas haciendo. Pero un día, a la hora que sueles escribir, tienes que hacer otra cosa y ya no escribes. Luego vuelves, pero cada vez “pasan más cosas” que te alejan de escribir. Y llega un momento que por más que “quieras” escribir, nunca es el momento.
Te sientes mal por no hacerlo, pero las otras cosas “también son importantes” y te sientes mal si no las haces. La familia, los hijos, los amigos, “descansar”, etc.
Al final, lo que empezó con ilusión, se vuelve una carga. Y entonces empiezas tú mismo a despotricar del proyecto, para “justificar” que no lo estés haciendo y no sentirte mal por no hacerlo.
Lo que en realidad ocurre es lo mismo que en los otros ejemplos. Eso que nos “hacía feliz” y nos subía de frecuencia y energía, “nos mueve” otras cosas que nos desestabilizan. Por ejemplo, mensajes introyectados de la infancia: “Eres un inútil”, “nunca valdrás para nada”, etc. Aunque parezca sorprendente, para intentar ganar al padre o a la madre que nos decía eso, “demostramos” que “somos inútiles” y así al “darles la razón me querrán”.

Enfermedad:

El mundo de la enfermedad es muy complejo, pero hay algunas situaciones en las que es muy evidente que tiene que ver con todo esto.

La jaqueca reincidente, muchas depresiones, enfermedades paralizantes (fatiga crónica, fibromialgia).
Dado que tenemos miedo (inconsciente) de algunas cosas, ponemos el freno de mano interno (de forma inconsciente) a que esas cosas sean posibles. Y entonces tenemos una parte de nosotros que anhela eso, pero, por otra parte, otra lo está bloqueando. Eso, tal y como le pasaría al coche circulando con el freno de mano, nos agota y estropea.
Un punto en común de esas personas es que dicen que “no hacen eso” porque se lo impide su estado, enfermedad o así. Pero lo que delata esto es que el día que están bien, TAMPOCO lo hacen. Siempre hay una excusa.
El problema suele ser que lo no hecho y lo que impide hacerlo, en muchos casos es semiconsciente. No hay una consciencia clara de ello, pero va trabajando por debajo y consumiendo energía.
Y cuando hacen algo que les suba la frecuencia o la energía, dado que hay desestabilización, la sintomatología aumenta.
También suele ocurrir que, igual que muchas veces antes de curarnos sube la fiebre, en este tipo de procesos muchas veces ocurre igual. Primero hay una subida de la sintomatología. Si la persona se asusta y corta el proceso, vuelve al mismo sitio. Si confía y persiste, se cura.
Conozco unas cuantas personas, que tenían depresión o jaqueca crónica, que cuando les expliqué esto, lo entendieron y quitaron el freno de mano, “se curaron” de su dolencia de toda la vida.

¿Cómo afrontar de forma exitosa todo esto?

Lo primero es dejar de vivir toda esa sintomatología física, emocional y mental, que aparece al subir la frecuencia y la energía, como “nuestro enemigo”. Eso no es algo “ajeno a nosotros” que ha “aparecido” para “amargarnos” la vida. Es algo que ya es parte de nosotros, pero que hemos “negado”, “escondido”, «rechazado”.
Solo cuando empezamos a escuchar “qué nos dicen” estas partes, tenemos posibilidad de sanación. Y entonces de ir más allá.
Solo cuando vamos limpiando capas y capas de la “cebolla” que somos a muchos niveles, llegamos al centro y podemos avanzar.

Hay varias etapas en el proceso:

Primero, darse cuenta de que esto funciona así.
Después, ir identificando cada parte, aceptarla, hablarle, pedirle que nos explique por qué está allí, etc. A medida que entendemos, escuchamos, amamos esas partes, van sanando y por arte de magia desaparecen. Siempre está, y de repente un día, pasado tiempo, recordamos que “antes me pasaba …” pero ya no pasa.

Otro punto clave es la paciencia. Hay que volver a enfocarse en el objetivo, y volver y volver y volver. Por más cosas que nos despisten, volver y volver y volver. Es como un músculo, cuanto más lo ejerces, más fuerte se vuelve. Cuanto más te enfocas en algo, más fácil se vuelve y los obstáculos se van disolviendo.

Otra cosa importante a tener en cuenta, es que al empezar a hacer cualquier cosa que sube la energía y frecuencia, los primeros días lo “notamos” mucho, nos sentimos mejor, más “llenos”. Y pasados unos días, parece que no pasa nada. Y eso desanima a continuar, justo cuando se empiezan a activar las reacciones.
¿Qué ocurre realmente? Muchas veces es que hemos “hecho musculo” y eso ya se vuelve “normal” para una parte de nosotros y ya no lo percibimos como excepcional, pero para otra parte sí es un “incordio” y genera “resistencia” apareciendo todo lo comentado. Y entonces nos desanimamos y abandonamos, y con el tiempo perdemos otra vez el “músculo”. Así, cuando empezamos otra vez, al principio lo notamos y luego vuelve la reacción, típicamente cuando ya no lo notamos.

Por tanto, la única manera es perseverar, perseverar y perseverar. Volver al objetivo y volver y volver, por más que parezca que no estamos consiguiendo nada. (Ver artículo: La importancia de entender la gestión del tiempo)

Veamos con un poco más de detalle sobre cómo afrontar estas situaciones que ponía como ejemplo y así también entender mejor la solución.

Meditar:

Lo primero a entender es que todo lo que aparece en nuestro cuerpo, emociones o pensamientos, cuando meditamos, no es para “molestarnos”. Es algo que está poniendo en evidencia cosas que ya tenemos dentro, pero que de alguna manera no hemos resuelto. Y al meditar, cuyo objetivo es precisamente subir la frecuencia y la energía, se nos “muestra” todo lo que nos mantiene bloqueados sin subirlas en nuestra vida cotidiana.
Segundo, tener paciencia. A lo mejor, después de dos años de meditar con ese dolor, o ese picor, o ese sentimiento, un día ya no aparece más, o cada vez aparece menos.
Tercero, mirar internamente con ternura esos puntos y aspectos nuestros (Ver artículo: Automasaje interno)

Cuarto, tener en cuenta que cuando reducimos el ruido de fondo (nos apartamos del altavoz de la discoteca) empezamos a escuchar cosas que ya estaban ahí, pero que no podíamos oír debido al ruido. Pero ya que para nosotros eso nuevo entonces ocupa igual una parte de nuestra consciencia como antes lo hacía lo otro, nos parece que seguimos igual, pero no es así.
En resumen, insistir, insistir, insistir, aunque parezca que no pasa nada. A otro nivel estamos sanando.

Pareja:

Una de las claves es ver si aquello que pensamos que el otro está haciendo y sintiendo es real, o sólo es nuestra película. “Nos” lo está haciendo, o simplemente “lo” está haciendo, seguramente sin ser consciente de cómo nos afecta.
Otra es si nuestra respuesta del momento tiene lógica y es proporcionada a lo que realmente está ocurriendo. O respondemos desde traumas de la infancia u otras vidas.
Por otro lado, ver si aquellos pensamientos del tipo “solo estaré mejor” solo sirven para “escapar” y no afrontar nuestros propios fantasmas proyectados en el otro. O el de “todas son iguales” sirve para no ver lo que nosotros hacemos igual y provocamos igual reacción en el otro.
Una medida muy interesante de referencia para saber cómo reaccionar ante cualquier situación es: “¿esto trae más AMOR a la relación y a mí, o no?”. Si la respuesta es sí, aunque lo que ocurra en ese momento sea complicado, está bien. Una crisis con respeto ayuda a clarificar cosas, por ejemplo. Si la respuesta es no, por más placentero que sea el momento, a la larga es destructivo.

Proyectos:

Por un lado, analizar esas frases que tenemos introyectadas tan destructivas o desvalorizantes.
Y por otro volver y volver y volver al tema del proyecto. (Ver artículo: La importancia de entender la gestión del tiempo)

Enfermedades:

Primero de todo, dejar de vivir la enfermedad como un problema, y planteársela como una oportunidad. Intentar entender que nos están diciendo esos síntomas. Dónde no estamos atascando. Qué hacemos que en realidad no queremos hacer o al revés.
Es un proceso de AMAR y respetar “lo que somos” y que muchas veces no queremos escuchar

Conclusión:

Si en lugar de malgastar tiempo y energía en pelearnos con lo que nos surge, nos acercamos con cariño y respeto a lo que “nos molesta”, eso poco a poco va sanando y desaparece. Puede que lleve tiempo, pero lo hará.
Cuando eso desaparece, subimos un escalón, quizás pequeñito, pero a veces grande, en ese nivel de consciencia, energía y vibración. Lo que pasa es que en seguida nos acostumbramos y nos parece que volvemos a estar igual que antes, porque ya no sentimos la “novedad”. Y esto a veces puede desanimar.
Pero pasados los años, y recordando el pasado, te das cuenta de lo que has llegado a transformarte.

NOTA:

En los artículos no suelo poner referencias, porque lo que hago es compartir mi experiencia, y no necesito apoyarme en alguien para reforzar mi punto de vista. El lector es libre de quedarse con lo que le resuena y dejar lo que no.
Pero en este artículo y a partir de ahora, en los próximos, sí que quiero mostrar mi agradecimiento a personas o autores que de alguna manera me han llevado a entender de forma significativa lo que planteo en el artículo.
Primer de todo, quiero agradecer a Pablo d’Ors por su libro “Biografia del silencio”. Gracias a él y acercarme a la meditación desde su punto de vista, entendí algunas de las cosas que explico en el artículo, y me lo inspiró.
También quiero agradecer a Barbara Anne Brennan, que con sus libros “Manos que curan” y “Hagase l aLuz”, en 1990 cambiaron el paradigma de como vivo las relaciones y la energía.
A James Redfield con sus “Revelaciones” que ayudaron a que esta visión tomara otra dimensión y un entendimiento mayor. Links a totes.
Y a Richard Bach, que con “Juan Salvador Gaviota” y “Ilusiones” en los 70 me abrieron a una nueva realidad, y con “Puente al Infinito” y “Uno” cambiaron el paradigma de muchas cosas en los 90.
Y a Alice Bailey, que con sus libros del “Maestro Tibetano (Djwhal_Khul)”, me permitieron un acercamiento técnico y profundo al funcionamiento del ser humano. Especialmente en “Psicología esotérica”, “Curación esotérica” y “El discipulado en la Nueva Era”.

Autor: Josep Vergés Fecha: 13/12/2020

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Karma y creaciones mentales

Karma, energía y Continuidad de Consciencia

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Automasaje interno

Cómo acercarse a los puntos que duelen y a los miedos

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