Muchas personas creen que el «despertar de consciencia» o incluso la «iluminación» son cosa de un momento, de un flash y que a partir de entonces «ya está», ya es un estado en el que se permanece siempre. Aunque puede ocurrir, no suele ser así.
Es más usual que tengamos un momento especial en relación con algún o algunos aspectos. Un momento especial por la «extrema lucidez», por «entender el universo», por «saber» algo potente con certeza, por percibir una «revelación», etc., pero pasado ese episodio volvemos a la normalidad y salimos de ese estado.
Sin embargo, el retorno no nos sitúa en exactamente el estado de antes de dicho momento especial. A partir de esa vivencia sabemos que hay algo más, que podemos llegar a estados muy «potentes», que podemos vivir desde otro estado interno, pero lo que ocurre es que no sabemos cómo se llega a ello de nuevo.
A partir de ese momento suele empezar un proceso de búsqueda interior para poder volver a vivir esa experiencia sublime y poder mantener ese estado que sentimos donde las cosas son más reales.
Y con el tiempo y distintas prácticas y experiencias puede que lleguemos a estados cercanos o incluso a ese mismo estado. Probablemente de forma fugaz al principio, pero poco a poco ese estado se va estabilizando.
Llega un momento en que ese estado puede que llegue a hacerse bastante normal en nuestra vida cotidiana. Eso hace que deje de ser un estado «alterado o especial» para pasar a ser un estado, una forma de vivir normal en nosotros. Puede ser distinto de como lo viven otros, pero en nosotros se «normaliza». Por tanto, nuestra vida vuelve a una cierta normalidad y en consecuencia a la rutina.
Eso en sí no es ni malo ni bueno. Es lo que es.
Pero dependiendo de qué fuera ese flash, ese cambio, eso a lo que despertamos, puede ocurrir que nos creamos «iluminados» o que «estamos por encima de los demás» o que «nosotros sabemos la verdad y los otros están dormidos». Y ahí el «ego» toma el control.
Es muy habitual en el mundo «espiritual» que haya personas que han tenido alguna experiencia de este tipo y que a partir de ese momento empiecen a ir por la vida de «iluminados», de «gurus», “de despiertos”, etc. También es muy habitual que, a partir de ese momento, se queden «atascados» en esa experiencia, en creerse que «ya han llegado» y que a partir de entonces ya no hagan nada para «mejorar» y que vivan de rentas de esa experiencia.
Por ejemplo, en los años 70 a 90 hubo una oleada de personas así que se convirtieron en «gurus» montando grupos espirituales, sectas o comunidades. Otros se volvieron hippies a ultranza y otros se fueron a vivir a la India.
Entre los años 2000 a 2010 ya no fue tanto una oleada en el ámbito de los gurus porque la gente ya no se fiaba de ellos, pero sí que se centró en temas de autoayuda, de «conspiranoia», canalizaciones, etc.
Todo eso no es que haya sido negativo, ya que en el fondo, aunque mucha gente ha quedado atrapada en esas historias, mucha otra ha podido ir más allá y liberarse de viejas estructuras, de viejos paradigmas, de viejos tabús. Eso ha permitido un avance significativo de la humanidad en muchos aspectos.
Pero actualmente hemos llegado a un momento de la humanidad en que se nos pide otro paso más. Ahora ya no es un «flash» puntual y a «vivir de rentas». Ahora hemos entrado en un proceso tan vertiginoso que lo que servía ayer puede que ya no sirva hoy.
Las técnicas o terapias -del tipo que sea- que permitían ayudar a la gente y vivir de eso dejan de ser útiles porque la gente ya necesita otra cosa. Y es por eso por lo que muchos terapeutas «atascados» no entienden por qué cada vez tienen menos clientes.
Así mismo, eso también ocurre a nivel personal. Antes tenías un flash y tenías toda una vida para asimilarlo. Ahora, en este momento, al colectivo humanidad se nos pide ir más allá.
Se nos pide un constante reciclaje y avance. Una constante autotransformación, una constante autoobservación, un constante aprender paradigmas nuevos. Eso hace que estemos en un constante cambio de lo que «somos».
En un sentido profundo con respecto al «Ser» no hay cambios. Lo que hay en realidad es un progresivo acercamiento real y patente a ese Ser, a eso que es lo que en realidad «somos». Y eso marca una diferencia en lo que manifestamos hacia afuera, porque nosotros también somos distintos, somos más «reales».
Para ir terminando y en resumen, el cambio principal es que en los años 1970-2010 se nos pedía hacer una transformación importante a un nuevo paradigma y luego seguir viviendo en ese paradigma para anclarlo, asentarlo y fijarlo.
Ahora hemos entrado en un nuevo paradigma en que ya no se fija una estructura. Ahora lo que se fija es una «dinámica de cambio» en que el cambio constante, la evolución rápida y constante, los saltos cuánticos de tanto en tanto es el «estado normal».
Para entendernos, todo aquel que no esté dispuesto a ese cambio absoluto de paradigma se va a ir «quedando atrás». Va a perder el tren del salto cuántico que está dando la humanidad. Eso en sí no es malo ni bueno, es una elección desde el libre albedrío de cada persona.
Y aquellos que sí asuman esa dinámica, ese paradigma, podrán «avanzar y transmutar» en una sola vida lo que antes de la Era de Acuario necesitaba un montón de vidas.
Ese salto al vacío puede dar miedo porque es empezar a funcionar en el trapecio sin red de seguridad y en muchos espacios desconocidos. Pero a su vez es una maravillosa oportunidad de crecimiento espiritual y de vivir con mucha más plenitud.
La elección es de cada uno.
Podemos preferir quedarnos en ese «despertar» que seguramente fue un antes y un después de nuestra vida y estuvo bien, pero que ya no da más de sí. O escogemos entrar en esa dinámica «líquida» de que el «cambio» es la «estructura». En que es un constante «ir despertando» a cosas nuevas, cada vez más maravillosas. Aunque a veces pueda dar vértigo.
Autor: Josep Vergés Fecha: 29/04/2023
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