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Pies cadáver en funeraria

En esta primera parte sobre la trilogía dedicada al momento de la muerte me centro más en una perspectiva de la muerte del cuerpo y su proceso, gran olvidado y no por ello menos importante.

En la segunda parte de la trilogía dedicada a la muerte «Muerte y emociones», me centraré en todo lo que tiene que ver con los procesos emocionales de la persona que muere y de su entorno y en la tercera parte «Muerte y trascendencia» me centraré más en aspectos relacionados con la parte espiritual, la parte «trascendente» del Ser Humano.

Por otra parte, próximamente tengo intención de desarrollar un artículo sobre la preparación para alguien que sabe que va a morir (me refiero a quien sabe que por algún motivo va a morir pronto), y otro sobre los procesos después de la muerte.

Lo que voy a explicar es fruto de mi experiencia directa con la muerte de seres cercanos y/o de la experiencia comentada por otras personas de confianza. Además, explico el acercamiento cuando esta se produce de una forma tranquila y de forma gradual. En caso de muerte violenta, es posible que en algunos casos se den algunos pasos de una forma rápida y otros o no se den o sean distintos, pero no tengo experiencia con ello para poder hablar con certeza.

Proceso de la muerte

El proceso no se da siempre exactamente igual, ni se manifiesta o se hacen lo suficiente evidentes todas las partes que comentaré, pero más o menos son los pasos habituales. Tampoco voy a entrar en todos los detalles, solo los más relevantes. Además, el proceso puede manifestar aspectos distintos dependiendo de si la persona acepta el tránsito o se resiste a él por la razón que sea (normalmente apegos o miedo).

También, evidentemente dependerá de si el proceso se produce con conciencia plena o con sedantes para el dolor y la angustia, ya que en este caso, la persona está «desconectada». También cambia si la persona está ya en coma o estados parecidos.

Independientemente de la causa teórica de la muerte, ya sea enfermedad larga o corta, dura como un cáncer o simple vejez, es bastante habitual que unos días antes de la muerte (de 2 días a una semana) la persona suele manifestar un cambio de actitud o comportamiento. Podemos decir que a un nivel interno «Sabe» que va a morir y se va preparando, aunque puede que a nivel consciente no lo sepa.

Es muy habitual que se despida de la gente, que hable de qué hacer con sus cosas, de sus últimas voluntades, que haga o revise el testamento. Si está aceptando la muerte y se siente en paz, puede que de las gracias a la familia, a los que le cuidan, etc. Si no la está aceptando, puede que se rebote más con todo el mundo.

En esos días cercanos, sobre todo los 3 últimos, a menudo he observado que se produce una aparente clara mejora: es lo que se conoce como «el canto del cisne». La persona está más tranquila, la sintomatología clínica puede que mejore en algunos aspectos, se la ve más «viva», más vital y «luminosa». En realidad lo que está ocurriendo es que hay procesos físicos o energéticos relacionados con el cuerpo que ya se están deteniendo y eso libera energía para usar en las partes que aún están activas y, por tanto, funcionan mejor temporalmente.

También las «membranas» que envuelven los cuerpos energéticos más cercanos al físico se van disolviendo, por eso suelen estar mucho más sensibles a todo lo que les rodea, como ruidos, estados de ánimo de las personas cercanas, etc.

Proceso final

El proceso final puede durar solo segundos o durar varias horas, pero es bastante parecido. Sobre todo si es corto, a menudo la persona escoge «desconectarse», dependiendo de la relación con el o los acompañantes, justo cuando han salido un momento para lo que sea o, al revés, cuando ha llegado alguien en concreto. Podríamos decir que en el primer caso prefieren hacer su tránsito sin interferencias externas, por lo que esta opción es más habitual cuando el que «se queda» va a interferir con sus propias emociones en el proceso o simplemente es alguien muy «pesado». Y el segundo, cuando el acompañante es capaz de soltar y vivir en paz el proceso del moribundo o este se siente mejor con el acompañante al lado por lo que sea. No hay una norma.

Cuando empieza el proceso final, es frecuente la sensación de frío por parte del moribundo, y realmente sus extremidades se enfrían, pues no llega la energía necesaria para mantener el calor. Poco a poco la persona va dejando de notar el cuerpo físico. Sigue oyendo perfectamente, pues el oído es, digamos un órgano pasivo, aunque puede que ya no vea bien porque ya es incapaz de enfocar la vista al ser un órgano activo.

Dependiendo de la causa «médica» que produzca la muerte, puede que se produzca de dos maneras distintas. Primero se pierde la conciencia (si primero se desconecta del alma el cordón de la conciencia a la cabeza) y luego se para el corazón (cuando se desconecta el cordón de vida del corazón). O se para primero el corazón (cordón de vida) y después, siempre muy rápido, en este caso, la conciencia (cordón de conciencia).

Excepto si es por paro cardíaco directo en que la última respiración es casi inmediata, lo normal es que poco a poco se va reduciendo la profundidad y el ritmo de la respiración. Hacia los últimos momentos, la respiración se suele hacer mucho más profunda de lo normal, pero al mismo tiempo las inhalaciones se distancian entre ellas e incluso se discontinúan. Después de dejar de respirar, puede que aún aparezca alguna o una respiración pasado más de un minuto. Es lo que se conoce como «el último suspiro».

Estos últimos suspiros son muy importantes. Es habitual que las personas que estén alrededor piensen que ha muerto ya, conecten con sus sentimientos de pérdida y se pongan a llorar y/o gritar, perturbando grandemente el proceso de tránsito de la persona que muere. Pero para el moribundo, después del último suspiro físico, aún hay todo un proceso muy importante que debemos perturbar lo menos posible.

A mi entender, si el acompañante no es capaz de mantener su emocional estable, mejor que se lo explique al moribundo y que salga de la estancia para no perturbar el proceso. En cambio, si es capaz de mantenerse conectada con su Ser y estable emocionalmente, dando AMOR, confianza y acompañamiento al moribundo, para este puede ser un puntal para superar las pequeñas dudas o miedos que se pueden presentar.

Una vez se ha parado el corazón y la respiración, desaparece la actividad nerviosa, sanguínea, hormonal y energética. Eso relaja toda la musculatura, quedando todo el cuerpo flácido, pero es una flacidez distinta a cuando se duerme. Por eso se usa la expresión: «se quedó como un muerto». En esta fase se puede mover ese cuerpo con toda facilidad. Por ejemplo, gente con enfermedades mentales que tenía posturas muy raras imposibles de recomponer en vida se pueden poner en posturas más o menos normales.

Las células sobreviven un tiempo

Pero no hay que olvidar que las células son entes vivos autónomos, aunque formen parte del cuerpo. Por lo que en un primer momento la actividad de las células SIGUE. Lo que ocurre es que unas más rápidas, como las cerebrales y otras pasadas varias horas, van muriendo por falta de oxígeno y/o alimento. Por ejemplo, cuando mueren las musculares es cuando se «endurece» el cuerpo («rigor mortis»). Un forense puede determinar con gran exactitud la hora de la muerte observando estos detalles.

En esta fase es típico que se trasiegue el cuerpo, esté en la funeraria, etc. Y muchas veces se le trata con muy poco respeto, como si aquello no fuera nada. Y dejando aparte que el alma fallecida puede estar por allí y sentirse despreciada, en el cuerpo aún hay vida celular que merece un respeto. Es por eso que muchas culturas no entierran o incineran hasta los 3 días, para dejar que todo el cuerpo «acabe de morir» tomándose su tiempo.

También entonces ya empieza el proceso de descomposición. Aunque sorprenda, el proceso empieza desde dentro mismo. Hay encimas, bacterias y células en el cuerpo que al morir este, se lo empiezan literalmente a comer. Después ya aparecen agentes externos.

En resumen, tal como es el proceso, se ve la importancia de respetar el proceso de la muerte. De dejar espacio, tiempo y mantener el equilibrio emocional y energético en el entorno. Cómo has muerto y cómo has nacido en la siguiente vida influye mucho en cómo será esa nueva vida.

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Autor: Josep Vergés Fecha: 5/4/2014

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