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Imagen de rejas de prisión con nombres

Las creencias son un elemento más de la programación del ser humano. Es uno de los niveles más bajos del programarlo que llevamos incorporado, porque sirve de base para filtrar muchos otros elementos y programas. Según las creencias que tenemos permitiremos y seremos receptivos a unas cosas y se activarán automáticamente programas de rechazo con otras.

En principio esto no es ni malo ni bueno de por sí. El problema es sobre todo a partir de que y porque hemos desarrollado unas creencias y no otras. Como se puede ver en mí articulo la formación de la Consciencia Individual, el proceso de estas introyecciones que perfilan nuestras creencias es muy automático y poco consciente. Especialmente durante la infancia y la adolescencia. Y prácticamente no las hemos construido desde nosotros mismos.

Esas creencias son parte de nuestra prisión. Esas creencias que “nos definen” son las que perfilan los barrotes de lo que nos encierra. Con ellas rechazamos cosas, sin que haya ningún motivo razonable, y nos adherimos a otras, también sin razón sensata o real.
Por ejemplo, si tenemos la creencia de que los “negros” son una raza inferior (como ocurría en casi todo el mundo blanco en el siglo XVIII), todos los razonamientos o subprogramas internos permitirán sin problemas el que sean tratados como animales. Y si tenemos creencias machistas, no se aceptará el voto de las mujeres, como también ocurría antiguamente, o se justificará la violencia contra las mujeres.

Estos ejemplos nos da una idea de la importancia que tiene las creencias para prefijar los comportamientos humanos. Y por eso podemos decir sin dudarlo que son nuestra prisión.

¿Cómo podemos escapar de esa prisión?

Pues la única manera es desde la toma de decisiones ante cada situación que lo requiere.
Si por ejemplo somos empresarios de derechas, y se está negociando el sueldo de los trabajadores, la creencia probablemente nos dirá que hay que bajarle el sueldo de los trabajadores “por principios”, porque hay crisis será la escusa, aunque la empresa vaya bien. Pero si olvidamos la creencia y somos ecuánimes, podemos tomar la decisión desde la ecuanimidad, y decidir que ya cobran bastante poco y que no sería justo bajárselo más.
Solo que tomemos las decisiones desde la razón y no desde las creencias, ya aumentará nuestra libertad, pues podremos responder de más maneras que si lo hacemos desde las creencias.

Pero ha veces decidir solo desde la razón puedes ser otro factor de limitación, pues nos pueden faltar factores para tomar una decisión correcta y ecuánime con nuestro entorno, planeta, humanidad y que no sea una decisión no egoísta.
Pero si tomamos las decisiones desde el SER, no desde la razón o desde las creencias, entonces somos libres, pues podemos DECIDIR desde la sabiduría, y seguro que la decisión será la mejor opción para el colectivo, incluido nosotros.

Por tanto, la clave para el “libre albedrío” es el DECIDIR desde el SER y no desde las CREENCIAS, donde en realidad no hay libre albedrío.

Autor: Josep Vergés Fecha: 17/5/2014

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