Sobre la muerte de mi madre

Sol

Hace ya unos años murió mi madre. Ya hacía tiempo que por su enfermedad podía pasar en cualquier momento, aunque estando más o menos bien, no sé sabia cuando sería. Al final estalló la arteria que se sabía la llevaría a la muerte y murió en pocos minutos. Era una muerte esperada, así que ya sabes que va a ocurrir, pero que no tenía fecha, así que fue cuando fue.

Yo en ese momento estaba viviendo casi a 300 Km y me llamó mi padre para decírmelo. Como ya he comentado, era algo esperado, pero no por eso es menos sorpresa.
Inmediatamente cogí las cosas y empecé el viaje. Yo empecé un viaje como el que había hecho muchas otras veces, pero este viaje además fue un viaje a mí mismo, de una manera que nunca hubiera imaginado.

Los primeros 30 Km por una carretera estrecha y de montaña, fui conduciendo y llorando a la vez. Menos mal que el Land Rover ya se conocía el camino y casi se guiaba solo porque si no….
Pero a medida que llegaba al valle, donde se ensancha el horizonte y se puede ver una amplitud inmensa de tierra verde y mar, empezaron a pasar cosas.

Lo primero fue el pensamiento de que llegaría allí y que mi padre y mi hermano, que no creen en la vida después de la vida, estarían muy mal por la pérdida, pues precisamente a causa de esa creencia la muerte es más devastadora para ellos. Fui pensando en cómo podía ayudarlos a estar mejor y a afrontar su dolor. No tenía ni idea de cómo hacerlo. Ese pensamiento poco a poco me fue absorbiendo. No tanto como un pensamiento aislado en la mente, sino que fue transformando mi estado interno respecto a ello.

Poco a poco fui saliendo de ese estado de tristeza y dolor en que yo mismo me encontraba.

Primero empecé a sentirme en paz y tranquilo y después, poco a poco, fui sintiendo un estado cada vez más intenso y completo de bienestar, de felicidad plena. Llego un momento en que sentía una alegría, una plenitud y felicidad interna, como no había sentido en la vida. Era algo inmenso, que me llenaba y me volvía uno con todo, con el Land Rover, con el paisaje que me rodeaba.
En algún momento pensé que me estaba volviendo loco. Aunque era consciente de que para mi madre la muerte por su enfermedad era una liberación, ¿cómo podía estar así de feliz al morir mi madre? También me sentía culpable, mal hijo, etc… por esos sentimientos, pero esos pensamientos eran solo pequeños flashes y volvía cada vez a ese estado de bienaventuranza total.
De los 250 km que hice en ese estado, es decir, unas 3 horas, casi no recuerdo nada, solo felicidad y plenitud.

Cuando llegué a la funeraria, tal y como imaginaba, encontré a mi padre y a mi hermano destrozados. También estaba mi abuela (la madre de mi madre), además de otros familiares también muy afectados. Yo seguía en “bienaventuranza”. No hice nada especial, solo SER “bienaventuranza” y en 10 minutos de reloj, a todos les cambió la cara. De cara de tristeza y dolor intenso, se sentían todos felices y alegres. Tanto que incluso se empezaron a explicar chistes.

Yo mismo fui el primero en sorprenderme del cambio tan radical. Era consciente de que venía en un estado especial, pero no había hecho nada, simplemente estaba allí consciente de mi sentimiento y ellos cambiaron de una forma espectacular. Ese estado en mí duró aún horas. Y aunque más tarde aminoró y ya no era tan fuerte, incluso 2 días después, durante el entierro, mantenía una serenidad y una paz interior muy grandes.

Para mí toda la experiencia fue muy sorprendente. Repetidamente me venía el pensamiento de ser mal hijo, la pregunta de que cómo podía ser tan feliz el día de la muerte de mi madre, que si tal que si cual… Durante meses fue un pensamiento recurrente, aunque también anhelaba volver a ese estado, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Pasado unos seis meses fui a una conferencia en Barcelona del Doctor Carvajal acompañado del Doctor Moriano, los creadores de la sintergética. La conferencia fue interesante, pero me quedé impactado cuando explicó una experiencia muy parecida que vivió al morir su madre. Un proceso muy parecido: Noticia, dolor, pensar en los demás, estado interno de felicidad absoluta y sentimiento de culpabilidad por vivir aquellos sentimientos en un momento así.
Eso me hizo pensar que quizás no estaba tan loco si a otra gente también le pasaba. Y aquí quedo la cosa de nuevo. Al menos ya no había sentimiento de culpabilidad y sobre todo de no estar loco.

Pasados unos seis meses más murió mi abuela (la madre de mi madre), otra vez el mismo viaje, aunque 100 Km más corto. Otra vez dolor, pensar en los demás y esta vez mucho más rápido, felicidad. Llegar allí y transformar el mal estado emocional de los presentes en bienestar. Esta vez ya no me pillo por sorpresa y como observador de las cosas que me gusta hacer, fui entendiendo muchísimo del proceso.

Normalmente vivimos atrapados por las creencias y pensamientos y estamos identificados con ellos, y creemos que somos esos pensamientos. Cuando por alguna circunstancia fuerte, como puede ser una muerte muy cercana, todo a nuestro alrededor se rompe, no queda nada. Solo queda lo que realmente somos y lo que somos es AMOR, es bienaventuranza, es felicidad. Y cuando SOMOS AMOR, eso es lo que irradiamos a nuestro alrededor. Y de igual manera que en un campo de fútbol se contagian las emociones y unos arrastran a otros emocionalmente, una sola persona en ese estado de AMOR, puede transformar y elevar las emociones de todos los presentes por resonancia y simpatía energética por poco que ellos se abran.

Con esta segunda experiencia entendí que a ese estado no se llega haciendo algo.

Se llega colocándose en un estado interno donde el AMOR puede fluir. No es un HACER. Es un ESTAR. Es estar siendo AMOR, es un abrirse a que el AMOR pase a través nuestro.

Después de estas vivencias, no digo que puedo estar en ese estado cuando quiero, pero me es mucho más fácil. Y desde entonces, muchas veces conscientemente me he puesto en este estado, y ambientes colectivos enrarecidos han cambiado de “energía” a mucho mejor, solo ESTANDO en AMOR. Sin hacer otra cosa que Ser, sin intentar cambiar nada ni a nadie, el cambio simplemente ocurre SIENDO AMOR. Es una experiencia que además he podido compartir y realizar con un pequeño grupo de personas y es espectacular el cambio que se produce en un grupo grande, solo habiéndome puesto de acuerdo con muy pocas personas para vivenciar ese estado de forma consciente.

Comparto esta experiencia fundamentalmente porque puede ser útil a personas que hayan vivido una experiencia parecida y, sobre todo, porque es un ejemplo de lo que podemos hacer si somos AMOR.

Un pequeño grupo de personas conectadas al AMOR puede transformar una sociedad entera por resonancia. No hablo de manipular, no hablo de “enviar energía”, pues eso siempre suele ser manipulación, ya que intentamos que el otro “haga” lo que pensamos que tiene que hacer o que se sienta cómo queremos que se sienta. Hablo de aumentar nuestra vibración y dejar que los otros por resonancia puedan aumentar la suya y desde lo mejor de sí mismos hacer lo que sientan que es mejor.

En estas cosas de gestionar energía es vital respetar el libre albedrío de los demás. Nosotros mostramos una vibración, y los demás sí quieren eligen seguirla o no. Y desde esa vibración más elevada toman sus mejores decisiones, coincidan o no con nuestra opinión.
Todo lo demás que consista en enviar energía al otro “para” algo es manipulación, pues le estamos “presionando” energéticamente para que haga o sienta algo que no es suyo, que es nuestro. Es magia negra, lo siento.

Autor: Josep Vergés Fecha: 20/3/2016

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Manos acompañandose

En este artículo desarrollo el proceso hacia una muerte próxima, no hablo del momento de la muerte en sí, tema que desarrollo en los artículos sobre la muerte (ver lista la final). Tampoco entro en el proceso «médico», tema que trato en otro artículo. Aquí desarrollo los procesos psicológicos y espirituales que se producen en una fase así.

Solemos vivir como si la muerte no existiera, como si eso no fuera con nosotros. Nos pasamos la vida posponiendo cosas que realmente queremos hacer, por «conseguir» cosas que luego no nos llevaremos al morir.

Por eso, cuando llega la noticia de nuestra muerte próxima por cualquier causa, nos pilla con el pie cambiado. Se nos cae todo lo que creíamos que éramos y eso nos obliga a plantearnos cosas.
De todas maneras, el artículo tengo intención de orientarlo de otra manera, pues de lo que acabo de comentar trata la web entera.

En este artículo quiero hablar de los procesos que suelen darse después de una noticia de este estilo, tanto para el que puede estar yéndose, como para el que se queda de su entorno. Aunque, evidentemente, cada persona y proceso tiene infinitas variantes, hay una serie de dinámicas bastante habituales y conocerlas nos puede ayudar a acompañar un proceso de este tipo.

Dividiré el artículo en tres partes. Una la parte común para unos y otros, otra para el «terminal» y otra para el «de al lado del terminal». Sé que usar este vocabulario puede sonar irreverente, pero es que no encuentro otro mejor.

Unos y otros

Cuando llega una noticia de este tipo, después del evidente y normal shock inicial, se suelen pasar una serie de etapas habituales. Unas pueden ser más largas y otras más cortas o no aparecer, al menos de una forma clara. Afrontarlas de una manera u otra puede ser la clave para vivir el tema aun con más sufrimiento o para vivirlo, dentro de lo que cabe, de una manera mejor. Y al fin y al cabo, si se supone que es lo poco que se va a vivir, ¿no vale la pena hacerlo lo mejor posible dentro de las circunstancias?

Tanto el que se va como el-los que se quedan van a tener que pasar por la muerte quieran o no, pero la experiencia y la vivencia hasta que no llega puede ser un infierno o el cielo depende de como afrontemos ese proceso. Conozco gente que dentro del lógico e inevitable sufrimiento que se produce durante el proceso, fue transformador y muy enriquecedor hasta el punto de sentirse agradecidos por la experiencia. Para otros, simplemente fue devastador. ¿Qué sentido tiene malgastar lo poco que queda con dramas? No me refiero a bloquear o esconder emociones y sentimientos, me refiero a elegir una cosa u otra, y eso depende de nosotros.

En toda esta fase también pueden ser de ayuda algunos grupos de apoyo. Algo tan sencillo como compartir lo que se está viviendo y ver que otras personas pasan por cosas parecidas es muy liberador. Evidentemente, el grupo estará formado por personas vivas, pero también suelen asistir personas que han perdido a alguien, que pueden ser de gran ayuda, pues conocen el proceso, y si están ahí es que tiene vocación de ayudar a otros.

Grupos de estos los hay con un acercamiento solamente físico-emocional, que ya pueden ser de gran ayuda. Otros integran una concepción trascendente abierta, la cual que para personas con estas inquietudes puede ser más enriquecedor. Y también los hay sectarios que lo único que quieren es captar adeptos, aprovechando un momento emocional delicado.

Vivir el proceso acompañado por un grupo de estos de «acompañamiento a la muerte» de personas, digamos sanas, puede transformar totalmente la experiencia, ya que nos dan herramientas y experiencias que nos pueden ser muy útiles.

También nos puede ayudar leer libros sobre el tema, como los de la doctora Kübler Ross, con un acercamiento más físico-emocional sobre el tema o el Libro Tibetano de los Muertos, según nuestras tendencias.

Evidentemente, también será muy distinta la primera fase, donde muchas veces aparentemente todo sigue igual, a cuando la enfermedad (o la edad) está ya muy avanzada y se presentan serias limitaciones físicas (dolor, inmovilidad, dependencia, etc) o incluso de consciencia (coma, Alzheimer, etc).

Afectará también el tipo de tratamiento y sus efectos secundarios o cuando por el dolor se entra en cuidados paliativos. Eso puede hacer que se manifieste un cierto o total grado de desconexión de la consciencia.

Pareja ancianos riendo

Una reacción que se suele dar también es negarlo y esconderlo al entorno más cercano, especialmente a los niños. Normalmente se hace con buena intención, pero en la mayoría de los casos suele ser peor, pues ellos ven que pasa algo y que están siendo engañados y la consecuencia es la pérdida de confianza. A parte de que así se les impide que puedan llevar a cabo su proceso interno previo. A los niños hay que tratarlos con naturalidad, no como deficientes mentales, evidentemente explicando las cosas de acuerdo a su edad y de manera que puedan entenderlo, pero sin engaños.

Otro tema común a afrontar son las cuestiones legales y financieras. A veces puede aparecer la cercanía de la muerte en un momento complicado. En estos casos pueden ayudar los sistemas de asistencia social o beneficencia según el país. También es habitual intentar dejar lo mejor posible a los que se quedan, dentro de lo posible, negar la evidencia y no hacer nada puede complicar las cosas a los que se quedan.

Proceso del que se va

Cuando el sentenciado recibe la noticia se queda descolocado. Y evidentemente no será lo mismo a 15 días que a 10 años y con o sin sufrimiento previsible.
Todos nos podemos morir dentro de un momento, por lo que no debería haber tanta diferencia, pero la realidad es que la hay y por eso escribo este artículo.
A partir de ese momento aparecen varas fases típicas. Lo podéis investigar leyendo a Kübler Ross, no repetiré lo ya escrito en muchos sitios.

Entonces, típicamente aparecen frases que me ponen los pelos de punta. Aquí solo las menciono, pero en el artículo sobre enfermedades terminales lo desarrollaré más ampliamente:
«Ha continuado igual que siempre hasta el último momento» => Si siempre haces lo mismo obtendrás los mismos resultados, por tanto, si sigues haciendo lo que te enfermó, ¿cómo quieres curarte?
«Luchó hasta el final contra la enfermedad» => ¿Y de qué le sirvió? A lo mejor más le valía luchar menos y disfrutar más lo que le quedaba.
«El tratamiento le fue muy bien, pero no lo consiguió» => ¿Cómo le fue muy bien si se murió?
«Hizo todo lo que le dijeron» => ¿Quién? ¿Basándose en qué? ¿A los intereses de un laboratorio que se forra a costa de su enfermedad?

Yo parto de la perspectiva de que la muerte no existe, que es solo un tránsito. Por tanto, en un proceso de este tipo no me interesa tanto la supervivencia del cuerpo físico, aunque reconozco su importancia, como la resolución del problema interno que llevo a esa enfermedad. La razón es muy sencilla, si lo resuelve no repetirá, si no lo resuelve se lo lleva consigo y repetirá. (Ver artículo Karma, energía y Continuidad de Consciencia). A mí me interesa la CURACIÓN interna de verdad. Si eso se consigue, todo eso que hemos ganado para esta vida y las demás. Si salvamos el cuerpo, pero todo sigue igual vamos a repetir.

Los que se quedan

Lógicamente, a estos también los va a afectar. Que una pareja, padre o madre, cuando uno es pequeño o un hijo pequeño, entra en un proceso de este tipo, también va a remover muchas cosas. Si es un padre o madre ya muy mayor y uno ya es muy adulto, va a ser mucho más fácil «por aceptarlo como normal», evidentemente. Aunque una parte de este proceso tiene mucho que ver con condicionamientos y aprendizajes.

Independientemente de como le vaya a afectar eso a nivel de recursos económicos o situación afectiva, que evidentemente va a cambiar para el que se queda, también va a tener un proceso interno en relación con el que se va y a su propia vivencia de la muerte. Y a veces puede ser muy duro, porque tiene que vivirlo procurando que eso afecte lo mínimo posible al que se va en su propio proceso, mientras lo está cuidando, etc..
En este caso, una red de apoyo alrededor de la o las personas más directamente relacionadas con el que se va a ir, puede ser clave para poder vivir el proceso en mejores condiciones. Pueden ser los amigos de verdad, familiares cercanos, alguien contratado, servicios sociales, grupos de apoyo, etc.

Los niños, si son tratados como seres inteligentes y se les «acompaña» sin decirles lo que tienen que hacer, suelen ser los que lo viven mejor, con más naturalidad. Pero si el que tiene que acompañarlos está «tocado y hundido» evidentemente esto es lo que ellos recibirán y lo pasarán mucho peor.

También en estas fases las inmadureces personales surgen a la vista. Conozco casos de personas tan inmaduras psicológicamente que en lugar de apoyar y ayudar en la medida de lo posible al que va de camino a la muerte, refuerzan aún más sus «juegos psicológicos» de manipulación para seguir extrayéndole energía como antes o más. Evidentemente eso no ayuda.

En la escuela no se da ningún tipo de recurso emocional para la vida, por lo tanto, menos aún para la muerte. Debería ser un tema incorporado en la escuela. Pero evidentemente no me refiero a clase de religión, que no deja de ser una manipulación de las consciencias, sino a «conocernos» mejor cómo somos y cómo funcionamos.
Algún día eso se incorporará a la educación. Que eso ocurra implicará ya un mayor nivel de consciencia general y eso al mismo tiempo generará a su vez un aún mayor nivel de consciencia general. Por eso en los planes educativos no se incorpora, ya que la gente sin recursos internos es más fácil de manipular.

Un buen acompañante al lado del que se va, que le ayude y acompañe en su proceso, pero que le deje vivirlo con libertad, sin atarlo con las propias limitaciones y necesidades, puede obrar milagros respecto a cómo viva la experiencia el que se va. Incluso al final puede que no se vaya dado el alto nivel de transformación vivido.

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Autor: Josep Vergés Fecha: 6/4/2014




Muerte y Trascendencia

Beso entre vivo y muerto

Esta es la tercera parte de la trilogía dedicada a la muerte, nos centraremos más en todo el tema relacionado con la parte espiritual, la parte «trascendente» del Ser Humano. En la primera parte «Muerte y último suspiro» nos centramos más en el proceso físico de la muerte, gran olvidado y no por ello menos importante, y en la segunda parte «Muerte y emociones» donde nos centraremos en todo lo que tiene que ver con los procesos emocionales de la persona que muere y de su entorno.

No pretendo en este artículo hacer todo un tratado de que ocurre exactamente en el momento que morimos. Para ello ya hay muchos libros que lo describen. Especialmente los de la línea tibetana, que son muy técnicos al respecto. Pero no debemos olvidar de todas maneras, que no deja de ser una religión y, por tanto, una parte es su creencia y superstición, y que como tal también crea una realidad mental colectiva que hace que para ellos sea real muchas de las cosas que creen, pues la manifiestan en su «Matrix colectiva».

Mi acercamiento va a ser sobre los puntos claves respecto al que fallece y respecto a los que se quedan, y también sobre sus interacciones.

Ocurre a menudo que unas horas o minutos antes de morir, el moribundo tiene una «visión» de algún o algunos ancestros significativos, casi siempre padre o madre o abuelos. A veces incluso los familiares presentes llegan a verlos y/o sentir su presencia.

Después último suspiro

Cuando la persona moribunda da el último suspiro, de lo primero que le ocurre es que deja de sentir dolor, pues el dolor es del cuerpo y ella ya no está conectada al cuerpo. Si sigue sintiendo emociones durante un tiempo, pues su cuerpo emocional no se ha disuelto aún, tarda un tiempo variable, y sobre todo sigue teniendo sentimientos, pues su alma sigue existiendo.

También hay que tener muy en cuenta, que a partir de ese momento, para el fallecido, la relación con «el tiempo» cambia totalmente respecto a nosotros en cuerpo físico. Para nosotros el tiempo sigue siendo totalmente lineal, pero para ellos se vuelve totalmente elástico, pues lo que piensan «es» de forma inmediata. Lo mismo ocurre con las distancias, al no existir el tiempo donde piensan «están» de forma inmediata.

Evidentemente, como viva la experiencia el fallecido dependerá también de cómo ha vivido su proceso de muerte.
Es fácil de entender que alguien con creencias trascendentes, que transito por su proceso de muerte con aceptación o incluso con sentimiento de volver a casa, vivirá el proceso con tranquilidad, podrá hacer las cosas frecuentes que luego comentaré de forma fácil, hasta que decida hacer el tránsito final a la «Luz» (luego entraré en el tema de la Luz).

En cambio, una persona que ha muerto de forma brusca por accidente o algo así, puede que ni sea consciente de que ha muerto y creer que está en una especie de sueño o realidad rara. Intentará hacer las cosas normales y él las puede hacer, pero lo que era su entorno que él ve como siempre «no responde» pues no lo ven ni oyen. La persona quedará allí confusa y desorientada. Los antiguos campos de batalla, por ejemplo, incluso después de para nosotros siglos, siguen llenos de almas desorientadas. Otros sitios habituales de estas presencias son los hospitales, cárceles, cementerios, etc. Esta fase es lo que en la iglesia católica se conoce como el purgatorio.

La persona que ha muerto con desesperación y rechazo a la muerte, puede que quede en un estado extraño y atrapada también, pero lo más habitual es que al ver a sus parientes que le vienen a buscar, se tranquilice y oriente, sobre todo al ver que no ha muerto realmente en unos niveles aunque su cuerpo sí. Pues en muchos de estos casos el miedo era a la muerte, al ver que no existe, se relajan.

Una persona con fuertes apegos o deseos, además quedará atrapado al objeto de deseo, ya sea cosas materiales o personas. Son los típicos fantasmas que rondan en burdeles, casinos, lugares donde se torturó, palacios o castillos, incluso casas. Pero también pueden rondar a personas, en ese caso la persona rondada suele notarlo, aunque no pueda afirmarlo con certeza, pues no lo ve, o incluso hay casos en que sí los ven.

También puede ocurrir al revés, una persona fallecida que tiene a alguien vivo muy apegado, puede quedarse atrapado en esta zona de impas porque el «apegado» le retiene.

Otra causa de permanencia en impas puede ser la urgencia de comunicar algo importante a alguien vivo. O se intenta arreglar algo que se arrepiente de haber hecho mientras estaba vivo, etc. La película Ghost es un buen ejemplo de esto.

En el mundo hay mucha gente egoísta, confundida y engañada y eso hace que sean «malos» con los demás, pero hay poca verdaderamente «mala» y que saben lo que hacen. Los primeros pueden quedar atrapados por su confusión o apegos durante un tiempo, pero acabarán siguiendo el proceso hacia la «Luz», los segundos siguen otros procesos en los que no entraré aquí.

Como vemos, el proceso puede ser variado, pero más o menos podemos decir que hay unas pautas habituales.

Hay una película que ilustra muy bien toda esa fase de transición,

y como nos quedamos atrapados en nuestras propias películas mentales de forma reiterada, es «Nuestro hogar«, os recomiendo mucho verla. Si os quedáis con las muchísimas claves que da, podéis tener una idea bastante buena del tema. Para ello podéis obviar las necesidades de guion para que la película sea comercial y la dificultad de explicar algo tan sutil con imágenes 2-3D,

Comunicación con el que se ha ido

Paso a explicar otra parte habitual e interesante después del fallecimiento, que es la posibilidad de la comunicación entre el fallecido y los que se quedan. Es algo mucho más habitual de lo que podemos imaginar, lo que pasa es que la gente no suele explicarlo por miedo a que la tomen por loca.

Se suele producir dentro de las primeras horas/días del fallecimiento, y como más tiempo pasa menos probable es. Además, es mucho más fácil cuando el que recibe el contacto no se lo espera en ese momento, pero está abierto a esa posibilidad (creencias trascendentes).
En cambio, alguien que lo espera con mucha ansia, precisamente por la gran energía emocional que despliega con eso, bloquea la posibilidad de que el fallecido acceda de una forma palpable y evidente. Hay que ser conscientes que el fallecido ya no dispone de energía física para manifestarse, solo lo puede hacer desde planos un poco más sutiles, pero aún nos es fácil percibirlo de una forma clara y evidente.
Si hay mucha presión energética desde nuestra parte, no podemos percibirle. Para ejemplificarlo sería como intentar escuchar a alguien afónico al lado del altavoz de una macro discoteca.

A medida que pasa el tiempo, los cuerpos más cercanos al físico del fallecido van desapareciendo y por eso se hace más difícil ese contacto perceptible, al menos para la mayoría de personas. El contacto siempre será posible, porque eso siempre es posible entre Ser y Ser, pero aquí el problema somos nosotros mismos que estamos desconectados habitualmente del Ser y por eso no podemos realizar esta comunicación.

La forma más habitual con personas muy allegadas es a través de símbolos. La persona que queda, de alguna manera, recibe señales claras a través de códigos que solo los dos conocen: una imagen o algo que aparece, algo movido de sitio, olores. Algo dicho por alguien que reconoce que no sabe por qué dice eso ni entiende, pero el receptor sí. Muchísimos casos de esto último ocurre a través de niños, pues están menos cerrados a cosas «no normales».

No es tan habitual, pero también ocurre, que es la visión directa y tal cual, incluso con conversación bidireccional con el fallecido. La conversación solo ocurre si hay aceptación y total neutralidad ante la situación por parte del receptor, si hay tracción o rechazo emocional de algún tipo es imposible. El fallecido no tiene energía suficiente para vencer esa barrera en nosotros.
La visión sin conversación sí es más fácil, pero implica como mínimo un estado de estabilidad y tranquilidad emocional por nuestra parte suficiente. La visión puede ser desde una simple sombra a una visión clara, pero si es clara, se nota de todas maneras una levedad, una intangibilidad, un poco como los hologramas de las películas.

Jedai fantasma

Por los muchísimos casos que conozco personalmente, no hace falta que el receptor sea «vidente» normalmente. Si hace falta que el receptor no esté absolutamente cerrado a esa posibilidad, porque entonces el mental bloquea la puerta. Si el cerramiento es por miedo, no por falta de creencia si se puede producir la visión, pero será fugaz, pues el miedo bloqueará enseguida la visión.

También en muchos casos esta visión, incluso con conversación, llega a través de sueños. Aunque en este caso, es más fácil que la gente lo viva simplemente como un sueño más y como creación propia, no como algo real.

Cuando la persona fallecida vive la espiritualidad de forma consciente y real, no de máscara, es mucho más fácil que gente cercana la vea. La razón es muy simple. «Viven» su muerte como algo natural, entienden y son conscientes de lo que están haciendo y viviendo y suelen ir a despedirse de la gente cercana e importante para ellos o para los que el fallecido era importante. Es una forma de decirles, no te preocupes, estoy bien. O incluso de confirmarles que existe un más allá.

¿Podemos buscar esa comunicación con fallecidos?

La respuesta es sí, pero antes de hacerlo hay que preguntarse ¿por qué? ¿Para qué?
Y solo lo podemos hacer si hay un absoluto desapego y estamos relajados. Eso no quiere decir que no tengamos ningún sentimiento, pero solo funcionará si estamos en estado de AMOR y aceptación total. A la mínima presión emocional se acabó.

No hay que hacer ningún ritual, ni ninguna invocación, ni nada por el estilo, pues eso sería magia negra. Ni ningún ritual propio, pues como lo haremos «pensando en..» ya estamos interfiriendo. Eso sí, debemos estar relajados, receptivos y tranquilos
La forma de hacerlo es realmente muy sencilla. Es tan simple como visualizarla delante de nosotros y conversar con ella como hemos hecho siempre, NADA MÁS.
Lo difícil, y es donde suele aparecer la barrera que lo impide, es, por una parte, estar totalmente abierto a que eso ocurra, que no es lo mismo que «querer» que ocurra y, por otra parte, estar realmente escuchando, y no pensando lo que queremos oír.

Es muy sencillo, nuestro cerebro y nuestro pensamiento despliegan una gran energía, si lo activamos hacemos imposible ver u oír la energía sutil que llega desde la otra persona. Pongo aquí persona, porque esto funciona igual con los vivos que con los muertos.
Sí que es cierto que con un muerto reciente es más fácil porque es fácil que busque esta comunicación y aún dispone de energías cercanas a lo físico que nos hacen más fácil percibirlos.

Un muerto de hace tiempo ya no tiene esa facilidad de que lo percibamos a un nivel más cercano a lo físico, y también puede que ya no busque comunicarse con nosotros. Y un vivo, tiene su propia mente que hace que con su ruido no reciba lo que sí hemos comunicado con su Ser, y, por tanto, no sea consciente.

Fantasmas

Otro tema es la visión de «fantasmas». Con las películas nos han puesto en la cabeza que los fantasmas son malos y que se dedican a perseguir a la gente. Eso existe también, pero en realidad hay de todo.
Un fantasma no es más que un ser desencarnado, que por algún motivo ha quedado atrapado en esta dimensión.
La mayoría por confusión propia o apegos como ya he comentado. Son los que muchas veces se manifiestan en lo Ouija, dicen cosas por vía de los médiums, etc. Cuando detectan que alguien sí los ve se apegan a ellos para intentar comunicarse, pues están desesperados al ver que la gente que ellos sí ven no les hace caso porque no los ven ni oyen. A estos es relativamente fácil ayudarlos orientándolos hacia la «Luz».

Pero hay otra categoría con la que sí hay que ir con cuidado, y son los que han descubierto que pueden «chupar» energía de los vivos, para mantener activos algunos de sus cuerpos sutiles más cercanos a lo físico y a través de ello operar de una forma más cercana a lo físico, cuando normalmente se disolverían. Probablemente, cuando estaban vivos, ya eran «vampiros energéticos” de la gente de su alrededor, y siguen igual.
Estos pueden apegarse a la gente vulnerable y arruinarles la vida, dejarlos agotados, chuparles literalmente la vida. Cuando parasitan a alguien pueden impulsarlos, ha hacer cosas que la víctima no haría nunca. Es lo que en la tradición católica muchas veces se llama demonios. «Tientan» a la víctima a hacer cosas que ellos querrían hacer. Y como más sufrimiento crean en el huésped, más energía reciben y, por tanto, más poder tienen sobre el huésped, es un proceso que se realimenta.
En estos casos muchas veces el huésped dice que él no quería hacerlo, que algo lo obligo a hacer aquello y que él no quería, etc.

De hecho, los exorcismos no es nada más que extraer un ser de estos que parásita a otro. Y es algo real más allá de la terminología usada para definirlos. Como estamos en una cultura judeocristiana se le suele poner el nombre de demonio, pero más bien sería correcto llamarlo parásito y manipulador astral, porque es lo que és más allá de dioses, demonios y religiones.
La forma de protegerse y tratar con estos elementos será motivo de otro artículo, pues es muy extenso.

En resumen, la barrera entre “este” lado y el “otro” es mucho más tenue de lo que pensamos. Si estamos abiertos a esa posibilidad nos pasarán más cosas interesantes de las que podemos imaginar.

El artículo que continuará a este es sobre el proceso del duelo de las personas que quedan.

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Muerte y emociones

Manos que acompañan

Esta es la segunda parte de la trilogía dedicada a la muerte, donde nos centraremos en todo lo que tiene que ver con los procesos emocionales de la persona que muere y de su entorno.

En la primera parte «Muerte y último suspiro» nos centramos más en el proceso físico de la muerte, gran olvidado y no por ello menos importante, y en la tercera parte «Muerte y trascendencia» nos centraremos más en todo el tema relacionado con la parte espiritual, la parte «trascendente» del Ser Humano.

En este artículo hablaremos de las emociones y sentimientos del momento de la muerte en sí, no de la preparación previa a la muerte ni del duelo posterior que trataremos en otro artículo.

Este artículo lo dividiremos a su vez en tres partes. La primera dedicada al proceso emocional de la persona que muere, otra a las personas cercanas y otra a cómo trata la sociedad actual la muerte.

Emociones y sentimientos

La muerte es uno de los momentos de la vida que genera emociones y sentimientos más fuertes.
Antes de seguir vamos a explicar un poco la diferencia entre emociones y sentimientos, aunque están relacionadas de forma inseparable.

Las emociones podríamos decir que son más físicas y hay hormonas implicadas en ellas, por ejemplo la adrenalina está relacionada con el miedo y la ira (huida o ataque) y la alegría con las endorfínas. Y precisamente por haber hormonas implicadas que la sangre reparte por todo el cuerpo, suelen afectar a todo el cuerpo, aunque podamos sentirlo más explícito en alguna zona concreta. Hay muchas teorías, pero la más comúnmente aceptada es que las cuatro emociones básicas son la alegría, la tristeza, el miedo y la ira. Suele haber en cada momento una emoción que predomina con más fuerza, pero puede haber más de una a la vez.

En cambio, los sentimientos, aunque provocan también una respuesta emocional y, por tanto, física, proceden más del alma o del espíritu o de los pensamientos y creencias. Por ejemplo, si nos sentimos impotentes ante una situación, podemos sentir ira o tristeza.
La lista de sentimientos ya es mucho más larga. Hay un grupo tibetano que tiene, contando combinaciones de ellas, catalogados más de 900 estados emocionales… creo que no son tantas y que tampoco hay que ir a tanta precisión, pero sí hay muchas.

También hay que decir que en un momento tan importante las personas podemos manifestar cualquier emoción o sentimiento, y además ir cambiando de uno a otro rápidamente en muy poco tiempo. Y aunque suele haber unos más frecuentes en general, depende también de la persona, y de la cultura donde está, cuáles predominan

El que se va

Hay dos claves que suelen marcar mucho el tipo de sentimientos y emociones que experimenta una persona en el momento de afrontar la muerte.
Por un lado, si la persona es mayor, y siente que en la vida ha hecho lo que tenía que hacer y no tiene un sentimiento importante de arrepentimiento de algo pendiente o mal echo, suele aceptar bastante bien el tránsito, o incluso sentirlo como algo positivo, como que ya es hora de descansar.
En cambio, la persona que siente que le falta algo por hacer, o que tiene que arreglar algo que hizo mal o estropeó, suele manifestar una pequeña o fuerte resistencia.

Por otro lado, la situación física también suele condicionar. Alguien con el cuerpo muy deteriorado que le invalida o con mucho dolor, también puede experimentar el tránsito como una liberación. Mientras que alguien joven con casi todo el cuerpo operativo y sin dolor puede también rechazar el tránsito. Aquí también añadiríamos si la persona mantiene plenas facultades de consciencia sin alterar, o, por otro lado, su sistema nervioso está o muy deteriorado por enfermedades como el Alzheimer o «desconectado» por fuertes medicaciones del tipo que sea.

Hay frecuentes casos de personas que su sistema nervioso está muy deteriorado y que teóricamente, según la «ciencia oficial» no sería posible, que en el último momento recuperan completamente la lucidez y pueden conectar, comunicar, entender y responder a su entorno con toda «normalidad».

Y otro factor muy importante es si la persona vive en un paradigma de trascendencia y, por tanto, cree de verdad que después hay algo positivo, o vive un paradigma de «aquí se acaba todo» y, por tanto, no hay nada. De todas maneras, en este momento culminante de la vida, sale lo que de verdad cree y siente al respecto, no la fachada que ha mostrado durante la vida, que puede ser real (persona verdaderamente creyente, por ejemplo, que sentirá alegría por ir con «su dios») o pura máscara (ateo militante que a última hora pide confesión «por si acaso» por ejemplo).

Por tanto, vistas la infinidad de premisas de partida, las emociones y sentimientos pueden manifestarse de forma infinita y también en una escala de nada al infinito. De todas maneras describiremos las más comunes.

La manera de morir, podríamos llamar «más feliz», sería la persona con sentimiento sincero y profundo de trascendencia, que siente que en la vida a hecho lo que tenía que hacer y además a su entender bien (otra cosa es como lo haya vivido su entorno, pero aquí no importa) y que su cuerpo por su deterioro más que un vehículo ya es una carga. Aunque puede tener lógicamente un cierto punto de inquietud ante lo «desconocido» probablemente lo viva incluso con alegría, con sentimiento de «volver a casa» de que todo está bien, sin ninguna resistencia y con entrega total al proceso.

El extremo contrario sería la persona sin creencias trascendentes, joven y con el cuerpo casi por completo sano (evidentemente que algo sí está mal y por eso muere), que siente que tiene muchas cosas pendientes o que arreglar. Siente que es injusta su situación y que «porque le ha tocado a él», probablemente sentirá un rechazo absoluto, un enfado inmenso, ira, pánico, se resistirá tanto como pueda mientras está consciente y todo eso creará lógicamente un gran sufrimiento a él y su entorno.

Entre los casos extremos podemos encontrarnos de todo, pero lo más frecuente es ir saltando de un escenario por ejemplo de miedo y duda, luego a otro de pena por las cosas pendientes, arrepentimiento por las mal echas, luego otro escenario de aceptación diciendo «vale no puedo evitarlo, acepto», luego de enfado por ser una muerte «prematura» si es joven, luego vuelta al arrepentimiento, y así sucesivamente tal como funciona habitualmente la mente saltando de una cosa a otra.
Esto puede seguir así hasta el último momento del todo, aunque es muy frecuente que en los últimos segundos, independientemente de todo, la persona tenga un «flash» de lucidez profunda (probablemente debido a una conexión espuria con el Ser) en que se «transforma» y se siente en paz, o que ya entre en la inconsciencia definitivamente un tiempo antes del tránsito.

Los que se quedan

Aquí también hay un mundo infinito de posibilidades, ya que además de todo lo comentado respecto al que se va, que en líneas generales es válido para el que se queda, se une la relación del que se queda con el que muere y en que situación queda, la relación del que se queda con su propia muerte y los fuertes condicionales sociales (consciencia colectiva).

Si el que muere es trascendente y vive bien su muerte, y el que se queda también, no depende del moribundo a nivel emocional (no quiere decir que no sienta pérdida) ni depende a nivel económico, y sienten que esto solo es un tránsito y que luego se van a volver a encontrar, lógicamente lo vivirá relativamente bien. Hay tribus en el mundo que cuando muere alguien hacen una fiesta porque consideran que el que se ha ido está mejor.

Si el que muere se resiste, el que se queda vive mal su futura propia muerte y además depende emocional y/o económicamente del muerto, y es una cultura donde la muerte se vive mal, tenemos el coctel perfecto para el drama. Un moribundo en estado de drama y un acompañante que también está en drama…..
Y si a eso asociamos que el que está muriendo tiene las “membranas energéticas” con aberturas y medio disueltas, el impacto energético es brutal del que se queda sobre el que se va.

También, lógicamente, entre uno y otro caso, hay infinitas posibilidades. Y también es habitual que el que se queda pase por momentos por todos los sentimientos y emociones posibles de forma alternativa, aunque predominen unos u otros.
Y ese conjunto de emociones serán también muy distintas dependiendo del grado de proximidad del moribundo. Evidentemente, vivirá muy distinto esa situación el enfermero de una planta de terminales de un hospital, que una esposa joven enamorada y embarazada del que muere.

Por otra parte, también se «expresan» aunque quizás no se sienta de verdad muchos sentimientos y emociones porque «toca», porque es lo que hay que sentir por convencionalismos.

A veces pueden surgir sentimientos muy fuertes, casi arrolladores, que descolocan totalmente a la persona, pues es lo último que la persona esperaba sentir. Por ejemplo, conozco casos de sentir un estado de plenitud y felicidad inmensa ante la muerte de la madre. (Ver: Sobre la muerte de mi madre). Y eso puede hacer sentir mucha culpabilidad a la persona que experimenta algo así en ese momento en que se supone que tendría que sentirse mal.
También pueden surgir sentimientos de «protección» hacia otras personas vinculadas al moribundo, por ser conscientes de su sufrimiento por la pérdida.
O también puede sentir mucho enfado con el que muere por «abandonarlo», y quedarse atrapado en ese enfado, o sentirse culpable por sentir ese enfado.

Como vemos, todo es posible. No hay unos sentimientos que «toquen» cuando alguien cercano está muriendo. Los sentimientos surgen con fuerza y afloran cosas que en situación normal podemos «controlar», pero aquí al sentirnos desbordados explotan y surgen. No hay nada malo en lo que «surge» de nosotros como un volcán, ni en permitirnos conectar con ellos y dejarlos expresarse si es posible y aconsejable en ese momento. Negarlos es peor, hacen daño real.

Norma importante cuando alguien está muriendo.

Si hay una norma clave cuando alguien está muriendo es que “El importante es el que está muriendo, esta vida solo morirá una vez”, todos los demás deberían ser “actores” secundarios Es absolutamente vital, que las personas del entorno, si pueden apoyarle, amarle y acompañarle desde la serenidad en el tránsito, perfecto, si no mejor dejarlo solo y en paz, o con otra persona a lo mejor no tan cercana que sea capaz de acompañarle de verdad.

Muchas veces el moribundo sabe que le van a interferir, y «aprovecha» para morirse un momento que le han dejado solo, o que no está la persona que teóricamente sería la que tiene que estar, pero que interferiría con sus emociones desbordadas, o reteniéndole por sus propias necesidades.

Aunque suene raro lo que voy a decir, “morirse es un arte”, y acompañar a un moribundo también. No hay ninguna muerte igual, aunque pueda haber muchas cosas parecidas aparentemente.

Si somos capaces de aparcar la mente, de dejar atrás todas las teorías de TODO lo que nos han contado o hemos vivido sobre la muerte, incluso lo leído en estos artículos, y conectamos con nuestro Ser y el del moribundo, sabremos lo que tenemos que hacer en cada momento. Ese momento, que para algunos solo puede ser un drama, puede convertirse en un momento “mágico” culminación de una vida plena para el moribundo, pero también para el acompañante.

Actualmente la muerte se esconde

En la sociedad actual occidental, la muerte se esconde, se ha vuelto aséptica, intentamos hacer y vivir como si no existiera, y así nos va. Aunque creo que tampoco hay que vivir todo el día pensando en la muerte, como dicen los tibetanos, si debería estar más presente en lo cotidiano.
Por un lado, haciendo las cosas, siendo conscientes de que podemos morir dentro de 5 minutos en cualquier momento de la vida, y, por lo tanto, no malgastarla con tonterías y aprovechar de verdad cada momento para cosas importantes.

No escondiéndola de nuestro entorno, antes la gente moría en su casa, el velatorio se hacía en su casa, el entierro era una procesión y la gente experimentaba la cercanía de la muerte, incluidos los niños. Antes los niños veían morir también los animales en la casa.

Ahora la gente suele morir fuera de casa, sobre todo se evita que los niños experimenten las muertes, luego en el tanatorio todo aséptico y luego incinerado o al cementerio y se acabó. Como más rápido mejor no sea que se nos contagie la muerte. Y los animales (si hay) también mueren fuera de casa en el matadero o el veterinario. Al final las únicas muertes que ven los niños son en los videojuegos y películas, para ellos es algo que no existe, es algo irreal y por eso son capaces de jugar a cosas suicidas. O hasta que un día se topan de narices con ella porque muere alguien muy cercano y no disponen de recursos internos para enfrentarla.

Los niños deberían participar de los nacimientos y las muertes exactamente igual que los adultos. Eso da más madurez real interna.

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Autor: Josep Vergés Fecha: 6/4/2014




Muerte y último suspiro

Pies cadáver en funeraria

En esta primera parte sobre la trilogía dedicada al momento de la muerte me centro más en una perspectiva de la muerte del cuerpo y su proceso, gran olvidado y no por ello menos importante.

En la segunda parte de la trilogía dedicada a la muerte «Muerte y emociones», me centraré en todo lo que tiene que ver con los procesos emocionales de la persona que muere y de su entorno y en la tercera parte «Muerte y trascendencia» me centraré más en aspectos relacionados con la parte espiritual, la parte «trascendente» del Ser Humano.

Por otra parte, próximamente tengo intención de desarrollar un artículo sobre la preparación para alguien que sabe que va a morir (me refiero a quien sabe que por algún motivo va a morir pronto), y otro sobre los procesos después de la muerte.

Lo que voy a explicar es fruto de mi experiencia directa con la muerte de seres cercanos y/o de la experiencia comentada por otras personas de confianza. Además, explico el acercamiento cuando esta se produce de una forma tranquila y de forma gradual. En caso de muerte violenta, es posible que en algunos casos se den algunos pasos de una forma rápida y otros o no se den o sean distintos, pero no tengo experiencia con ello para poder hablar con certeza.

Proceso de la muerte

El proceso no se da siempre exactamente igual, ni se manifiesta o se hacen lo suficiente evidentes todas las partes que comentaré, pero más o menos son los pasos habituales. Tampoco voy a entrar en todos los detalles, solo los más relevantes. Además, el proceso puede manifestar aspectos distintos dependiendo de si la persona acepta el tránsito o se resiste a él por la razón que sea (normalmente apegos o miedo).

También, evidentemente dependerá de si el proceso se produce con conciencia plena o con sedantes para el dolor y la angustia, ya que en este caso, la persona está «desconectada». También cambia si la persona está ya en coma o estados parecidos.

Independientemente de la causa teórica de la muerte, ya sea enfermedad larga o corta, dura como un cáncer o simple vejez, es bastante habitual que unos días antes de la muerte (de 2 días a una semana) la persona suele manifestar un cambio de actitud o comportamiento. Podemos decir que a un nivel interno «Sabe» que va a morir y se va preparando, aunque puede que a nivel consciente no lo sepa.

Es muy habitual que se despida de la gente, que hable de qué hacer con sus cosas, de sus últimas voluntades, que haga o revise el testamento. Si está aceptando la muerte y se siente en paz, puede que de las gracias a la familia, a los que le cuidan, etc. Si no la está aceptando, puede que se rebote más con todo el mundo.

En esos días cercanos, sobre todo los 3 últimos, a menudo he observado que se produce una aparente clara mejora: es lo que se conoce como «el canto del cisne». La persona está más tranquila, la sintomatología clínica puede que mejore en algunos aspectos, se la ve más «viva», más vital y «luminosa». En realidad lo que está ocurriendo es que hay procesos físicos o energéticos relacionados con el cuerpo que ya se están deteniendo y eso libera energía para usar en las partes que aún están activas y, por tanto, funcionan mejor temporalmente.

También las «membranas» que envuelven los cuerpos energéticos más cercanos al físico se van disolviendo, por eso suelen estar mucho más sensibles a todo lo que les rodea, como ruidos, estados de ánimo de las personas cercanas, etc.

Proceso final

El proceso final puede durar solo segundos o durar varias horas, pero es bastante parecido. Sobre todo si es corto, a menudo la persona escoge «desconectarse», dependiendo de la relación con el o los acompañantes, justo cuando han salido un momento para lo que sea o, al revés, cuando ha llegado alguien en concreto. Podríamos decir que en el primer caso prefieren hacer su tránsito sin interferencias externas, por lo que esta opción es más habitual cuando el que «se queda» va a interferir con sus propias emociones en el proceso o simplemente es alguien muy «pesado». Y el segundo, cuando el acompañante es capaz de soltar y vivir en paz el proceso del moribundo o este se siente mejor con el acompañante al lado por lo que sea. No hay una norma.

Cuando empieza el proceso final, es frecuente la sensación de frío por parte del moribundo, y realmente sus extremidades se enfrían, pues no llega la energía necesaria para mantener el calor. Poco a poco la persona va dejando de notar el cuerpo físico. Sigue oyendo perfectamente, pues el oído es, digamos un órgano pasivo, aunque puede que ya no vea bien porque ya es incapaz de enfocar la vista al ser un órgano activo.

Dependiendo de la causa «médica» que produzca la muerte, puede que se produzca de dos maneras distintas. Primero se pierde la conciencia (si primero se desconecta del alma el cordón de la conciencia a la cabeza) y luego se para el corazón (cuando se desconecta el cordón de vida del corazón). O se para primero el corazón (cordón de vida) y después, siempre muy rápido, en este caso, la conciencia (cordón de conciencia).

Excepto si es por paro cardíaco directo en que la última respiración es casi inmediata, lo normal es que poco a poco se va reduciendo la profundidad y el ritmo de la respiración. Hacia los últimos momentos, la respiración se suele hacer mucho más profunda de lo normal, pero al mismo tiempo las inhalaciones se distancian entre ellas e incluso se discontinúan. Después de dejar de respirar, puede que aún aparezca alguna o una respiración pasado más de un minuto. Es lo que se conoce como «el último suspiro».

Estos últimos suspiros son muy importantes. Es habitual que las personas que estén alrededor piensen que ha muerto ya, conecten con sus sentimientos de pérdida y se pongan a llorar y/o gritar, perturbando grandemente el proceso de tránsito de la persona que muere. Pero para el moribundo, después del último suspiro físico, aún hay todo un proceso muy importante que debemos perturbar lo menos posible.

A mi entender, si el acompañante no es capaz de mantener su emocional estable, mejor que se lo explique al moribundo y que salga de la estancia para no perturbar el proceso. En cambio, si es capaz de mantenerse conectada con su Ser y estable emocionalmente, dando AMOR, confianza y acompañamiento al moribundo, para este puede ser un puntal para superar las pequeñas dudas o miedos que se pueden presentar.

Una vez se ha parado el corazón y la respiración, desaparece la actividad nerviosa, sanguínea, hormonal y energética. Eso relaja toda la musculatura, quedando todo el cuerpo flácido, pero es una flacidez distinta a cuando se duerme. Por eso se usa la expresión: «se quedó como un muerto». En esta fase se puede mover ese cuerpo con toda facilidad. Por ejemplo, gente con enfermedades mentales que tenía posturas muy raras imposibles de recomponer en vida se pueden poner en posturas más o menos normales.

Las células sobreviven un tiempo

Pero no hay que olvidar que las células son entes vivos autónomos, aunque formen parte del cuerpo. Por lo que en un primer momento la actividad de las células SIGUE. Lo que ocurre es que unas más rápidas, como las cerebrales y otras pasadas varias horas, van muriendo por falta de oxígeno y/o alimento. Por ejemplo, cuando mueren las musculares es cuando se «endurece» el cuerpo («rigor mortis»). Un forense puede determinar con gran exactitud la hora de la muerte observando estos detalles.

En esta fase es típico que se trasiegue el cuerpo, esté en la funeraria, etc. Y muchas veces se le trata con muy poco respeto, como si aquello no fuera nada. Y dejando aparte que el alma fallecida puede estar por allí y sentirse despreciada, en el cuerpo aún hay vida celular que merece un respeto. Es por eso que muchas culturas no entierran o incineran hasta los 3 días, para dejar que todo el cuerpo «acabe de morir» tomándose su tiempo.

También entonces ya empieza el proceso de descomposición. Aunque sorprenda, el proceso empieza desde dentro mismo. Hay encimas, bacterias y células en el cuerpo que al morir este, se lo empiezan literalmente a comer. Después ya aparecen agentes externos.

En resumen, tal como es el proceso, se ve la importancia de respetar el proceso de la muerte. De dejar espacio, tiempo y mantener el equilibrio emocional y energético en el entorno. Cómo has muerto y cómo has nacido en la siguiente vida influye mucho en cómo será esa nueva vida.

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Autor: Josep Vergés Fecha: 5/4/2014